Lo que el Terremoto del 27 de febrero nos deja para los revolucionarios.
Sin lugar a dudas que el movimiento telúrico de la madrugada del 27 de febrero no dejó inmóvil a nadie. El devenir histórico de la naturaleza nos recuerda que geográficamente el cinturón de fuego del Pacífico cada cierto tiempo produce reacomodos de las distintas placas tectónicas que chocan entre sí al igual como lo hacen las clases sociales durante la historia.
En esta ocasión no queremos volver a decir que ni siquiera los sucesos naturales son ajenos a la composición de clase de la sociedad. Precisamente son los sectores desposeídos los que mayormente sufren con los avatares de la naturaleza, ellos son los que viven en las viviendas más precarias, los que viven en los sectores de más difícil conectividad y los que menos son escuchados para brindarles ayuda. Somos las masas explotadas los que estudiamos en los colegios agrietados y vivimos en las casas mal construidas producto del aprovechamiento de las inmobiliarias.
Lo que los sectores revolucionarios deben sacar como consecuencia tiene relación con la manera en que se enfrentó este suceso. Esto puesto que junto con confirmar la escasa relevancia de las organizaciones populares en levantar algún tipo de iniciativa de ayuda solidaria y dotar de conciencia a las acciones espontaneístas, pone en cuestionamiento aquel mito de que el Estado chileno es un aparato inexpugnable y que controla comunicacional y materialmente todo el territorio, teniendo una presencia fuerte en todo el país.
El movimiento de las 3:34 am. dejó a los organismos del Estado sin reacción ante la situación. Vimos como la conectividad se perdió al instante y amplias zonas del país quedaron sin comunicación. Las zonas costeras desde San Antonio al sur no recibieron alerta alguna sobre el tsunami que se avecinaba, solo el sentido común salvó las vidas de numerosas caletas y comunidades. Ni la Armada ni ninguna otra rama uniformada prestaron ayuda ni alertaron al pueblo. Ni siquiera la policía contaba con un sistema interconectado de información, lo que hace suponer dos cosas. Que, a nivel de logística, no existe una conectividad del país que entregue seguridad ante posibles ataques (ya sean populares o imperialistas) o catástrofes naturales. O que si bien existiría esa logística ésta estaría fundada solamente a nivel ideológico y mediático ya que bastó este terremoto para que quedaran amplias zonas del país aisladas sin control gubernamental. En este sentido el papel de la prensa fue fundamental; en primer lugar (principalmente las radios), recabó, mediante los datos entregados por la comunidad, información sobre qué zonas del país se encontraban sin conectividad alguna y cómo la propia gente tenía más antecedentes que el propio Estado. Fue así como el terremoto fue develando el eslabón más débil del Estado burgués. En segundo lugar, la prensa cumplió a cabalidad el papel asignado dentro de los aparatos ideológicos del Estado, creando mediante el sensacionalismo falsas necesidades en el seno del pueblo, despertando el consumismo (como en las estaciones bencineras) y la especulación de los mercaderes. Al mismo tiempo, la prensa sirvió como el resguardó fundamental para cuidar la propiedad privada y preparar el camino al “estado de sitio” en las regiones del Maule y del Bío-bio.
¿Quién es el delincuente? ¿el que saquea una farmacia o el dueño de ésta?
Sin lugar a dudas que en estos momentos gran parte del sur de Chile se encuentra viviendo momentos dramáticos. Pero las necesidades del pueblo no se solucionan con la caridad ni con el asistencialismo. No nos dejemos embaucar por los discursos de satanización de los que han decidido actuar, mediante recuperaciones, de lo que necesitan para sobrevivir. La medida que debiese tomar el Estado no es llamar para consultarles qué hacer a los grandes mercaderes del país (como Horst Paulmann, dueño de Jumbo) sino confiscar todo y entregarlo al pueblo. Sabemos que esto no ocurrirá puesto que el Estado chileno no tiene una condición de clase proletaria sino que resguarda en primer lugar los intereses de los ricos.
Solidarizamos con las víctimas, las familias y todos quienes han sufrido este remezón. Desde ya nuestro más profundo apoyo a sus iniciativas; a todos quienes desde la misma noche del sábado salieron a las calles a organizar a su población; los que encendieron barricadas, no esta vez para protestar, sino que para dar luz a nuestro pueblo; a los que sin dudarlo han decidido servir de todo corazón al pueblo, sin apartarnos de las masas ni por un solo instante.
Solidaridad de clase y juicio popular a los mercaderes especuladores.
SOCIALISMO O BARBARIE.
Sin lugar a dudas que el movimiento telúrico de la madrugada del 27 de febrero no dejó inmóvil a nadie. El devenir histórico de la naturaleza nos recuerda que geográficamente el cinturón de fuego del Pacífico cada cierto tiempo produce reacomodos de las distintas placas tectónicas que chocan entre sí al igual como lo hacen las clases sociales durante la historia.
En esta ocasión no queremos volver a decir que ni siquiera los sucesos naturales son ajenos a la composición de clase de la sociedad. Precisamente son los sectores desposeídos los que mayormente sufren con los avatares de la naturaleza, ellos son los que viven en las viviendas más precarias, los que viven en los sectores de más difícil conectividad y los que menos son escuchados para brindarles ayuda. Somos las masas explotadas los que estudiamos en los colegios agrietados y vivimos en las casas mal construidas producto del aprovechamiento de las inmobiliarias.
Lo que los sectores revolucionarios deben sacar como consecuencia tiene relación con la manera en que se enfrentó este suceso. Esto puesto que junto con confirmar la escasa relevancia de las organizaciones populares en levantar algún tipo de iniciativa de ayuda solidaria y dotar de conciencia a las acciones espontaneístas, pone en cuestionamiento aquel mito de que el Estado chileno es un aparato inexpugnable y que controla comunicacional y materialmente todo el territorio, teniendo una presencia fuerte en todo el país.
El movimiento de las 3:34 am. dejó a los organismos del Estado sin reacción ante la situación. Vimos como la conectividad se perdió al instante y amplias zonas del país quedaron sin comunicación. Las zonas costeras desde San Antonio al sur no recibieron alerta alguna sobre el tsunami que se avecinaba, solo el sentido común salvó las vidas de numerosas caletas y comunidades. Ni la Armada ni ninguna otra rama uniformada prestaron ayuda ni alertaron al pueblo. Ni siquiera la policía contaba con un sistema interconectado de información, lo que hace suponer dos cosas. Que, a nivel de logística, no existe una conectividad del país que entregue seguridad ante posibles ataques (ya sean populares o imperialistas) o catástrofes naturales. O que si bien existiría esa logística ésta estaría fundada solamente a nivel ideológico y mediático ya que bastó este terremoto para que quedaran amplias zonas del país aisladas sin control gubernamental. En este sentido el papel de la prensa fue fundamental; en primer lugar (principalmente las radios), recabó, mediante los datos entregados por la comunidad, información sobre qué zonas del país se encontraban sin conectividad alguna y cómo la propia gente tenía más antecedentes que el propio Estado. Fue así como el terremoto fue develando el eslabón más débil del Estado burgués. En segundo lugar, la prensa cumplió a cabalidad el papel asignado dentro de los aparatos ideológicos del Estado, creando mediante el sensacionalismo falsas necesidades en el seno del pueblo, despertando el consumismo (como en las estaciones bencineras) y la especulación de los mercaderes. Al mismo tiempo, la prensa sirvió como el resguardó fundamental para cuidar la propiedad privada y preparar el camino al “estado de sitio” en las regiones del Maule y del Bío-bio.
¿Quién es el delincuente? ¿el que saquea una farmacia o el dueño de ésta?
Sin lugar a dudas que en estos momentos gran parte del sur de Chile se encuentra viviendo momentos dramáticos. Pero las necesidades del pueblo no se solucionan con la caridad ni con el asistencialismo. No nos dejemos embaucar por los discursos de satanización de los que han decidido actuar, mediante recuperaciones, de lo que necesitan para sobrevivir. La medida que debiese tomar el Estado no es llamar para consultarles qué hacer a los grandes mercaderes del país (como Horst Paulmann, dueño de Jumbo) sino confiscar todo y entregarlo al pueblo. Sabemos que esto no ocurrirá puesto que el Estado chileno no tiene una condición de clase proletaria sino que resguarda en primer lugar los intereses de los ricos.
Solidarizamos con las víctimas, las familias y todos quienes han sufrido este remezón. Desde ya nuestro más profundo apoyo a sus iniciativas; a todos quienes desde la misma noche del sábado salieron a las calles a organizar a su población; los que encendieron barricadas, no esta vez para protestar, sino que para dar luz a nuestro pueblo; a los que sin dudarlo han decidido servir de todo corazón al pueblo, sin apartarnos de las masas ni por un solo instante.
Solidaridad de clase y juicio popular a los mercaderes especuladores.
SOCIALISMO O BARBARIE.
Estamos de acuerdo en todo el comentario. Se debió confiscar mercadería y combustibles para las organizaciones que van en ayuda de los pobladores afectados, hospitales y empresas de servicios basicos.
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